Algunas personas van al parque a dar de comer a las palomas. Para el señor Salvador Robledo, la costumbre cambió el día en que conoció a los peces del estanque.
La gente le decía que chocheaba, que los peces no entienden las historias de los libros. Pero el caso es que todos los jueves, Salvador Robledo caminaba despacito hasta el puente, y allí, con voz clara, leía. Y todos los jueves, los peces acudían a escucharle.
Salvador leía historias de marineros, de piratas, de sirenas, de barcos y monstruos marinos. Y le parecía ver cómo aquellos peces, presos en el estanque viejo y verdoso del parque, sonreían con añoranza.
Me encanta, Marta. Y me encanta Marta.
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