Así se llama -lo acabamos de decidir- esta acuarela que horrorizó a mi profesora de Técnicas, y que tampoco tuvo ningún éxito entre mis allegados, pero que a mí no me acaba de desagradar del todo.
No es ninguna obra de arte, y cierto es que la hice muy rápido - ¡Pero es que la acuarela una vez que haces algo, no se puede deshacer!-, que es algo cutre y más propia de una ilustración infantil que de un cuadro, y que podría parecer más un gouache que una acuarela propiamente dicha, pero a mí me transmite esa tranquila sensación del título: esos paisajes de llanuras con montañas al fondo que se ven cuando viajo cada Domingo desde Zaragoza a Teruel (algún día me llevaré la cámara de fotos para capturar ciertos cielos, que son una maravilla), el hilo del tendido eléctrico que sube y baja, sube y baja... ¡Cómo nos gustaría entonces a mi compañera de viaje -y de casi todo- ser pájaros y sentarnos en el hilo mirando el cielo hasta la noche!
No me acaba de disgustar, no. La pongo aquí porque forma parte de mis obras, y porque le tengo aprecio, quizá por haber sido tan desechada...
